jueves, 27 de octubre de 2011

Tu Retrato




Tu retrato, creado por la mano de alguien que te amó más de lo que nunca llego a confesar. Un cuadro con una composición realmente simple, tan solo tu imagen frente a un paisaje apenas insinuado: pero esta simplicidad no oculta el increíble detalle de tus rasgos, la claridad con la que el artista consiguió plasmar tus facciones, a plena vista u ocultas, en el lienzo. Envidio la inspiración que sin duda poseía su corazón mientras trazaba las líneas de tu pelo, enmarcando de forma armónica pero desordenada tu pálida cara, acariciando tu cuello, descansando en tus hombros. Un resplandor almendrado en tus ojos los dota de esa alegría, esa sonrisa compartida con la de tus labios, esa extraña invitación a la risa y los besos, que tan natural te era. Y es que, de alguna forma, la pintura consigue también mostrar una parte de ti más profunda que la apariencia: tu curiosidad, tu sereno entusiasmo por todas las cosas, esa sensación de que, al contrario de todos los que te rodeábamos, tú estabas viva.

Pero hay algo que no se ve en el cuadro. La imagen solo representa tu retrato, omitiendo por alguna razón el resto de tu cuerpo: una silueta, una figura semejante a la de alguna sensual diosa, esculpida con el único propósito de hacer hervir la sangre de un mundo a veces demasiado frío; o tus delicadas manos, que tantas veces acune entre las mías, cobijándolas al tiempo que te cobijaba a ti entre mis brazos. El cuadro tampoco consigue mostrar esos momentos que solo nos pertenecen a nosotros: esas tardes que pasábamos sumergidos en la música de tu voz y de las teclas del piano. Como tus labios eran interrumpidos por besos furtivos, y mis manos por suaves caricias. Nunca  supe realmente lo que significaba escuchar una melodía hasta que no te oí cantar por primera vez, igual que no me di cuenta de lo que era sentir ese amor sobre el que tantas veces había escrito hasta que no me rozaste con tus labios, con tus susurros.

Has sido mi amiga, mi amante, mi guía. Mi aurora y mi crepúsculo, mi luz en la medianoche.

Adiós, pequeña.