jueves, 1 de abril de 2010

Nocturno lago nevado


Brisa suave, arrastra copos de seda blanca. Llueve luz fría, cayendo desde el mar de luna, mar en calma, sin olas ni tormenta. Sol plateado en la noche de cristal. Los copos de flor beben la ínfima brillantez, llenando la oscuridad de estrellas en la tierra. El resplandor blanco, un delicado contraste a la tangible negrura, pájaros albos en el cielo nocturno. Y aquí, el lago de azabache es mecido suavemente, el cristal es agitado por la lluvia de seda. Pequeñas ondas nacen, enturbiando su movimiento el pálido reflejo de las luces celestes, y se deslizan sobre el agua del espejo, muriendo, deshaciéndose en su inmensidad.

Y la blancura cae

Y miles de ojos de plata se abren

Y la medianoche te contempla

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