sábado, 28 de noviembre de 2009

Improvisación (O como escribir sin musas)

Este es el ciclo de la luz y la locura.

Las canciones olvidadas son cantadas por voces etéreas, y la tierra astral es el escenario del mayor teatro. La melodía del azahar se desprende de las cuerdas de un violín de cristal, el reloj de oro se mueve lentamente, lamentando haber despertado, el sol y la luna danzan juntos en el cielo crepuscular.
 El sonido de alas desgarradas, y un resplandor anunciando la caída de un ángel, y llantos, y risas, y silencio. Terciopelo cristalino sobre el vidrio opaco, marcando el camino a los pájaros de papel que bailan sobre mi cabeza.
 Correr, saltar, dar mil vueltas, caer, levantarse, y volver a caer, exhausto, sobre una cama mullida.
Los escritores usan formulas para sus libros y los matemáticos buscan literatura en sus números.
El invierno llega sin haber visto el otoño, las hojas caen aún verdes.
Canciones de plata y claveles, acompañadas por el latir de un corazón quebrado, es todo cuanto oigo en mi propia oscuridad.
 La noche llega, se alejan la luna y el sol, se asoman las estrellas.
Silencio, quietud, expectación.
El público se impacienta, la función comienza.

Este es el ciclo de la luz y la locura.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Duermevela

Estoy en un cruce de caminos.
A un lado, la vigilia. Noches sin dormir, perdidas entre las páginas de un libro, o dentro de mi propio pensamiento, no tan distinto del eludido mundo onírico. Al otro lado, el sueño. Una realidad ignota, recuerdos que pronto olvido. Música que no se escribir, relatos cuyas palabras se diluyen en un instante. Y apartado de los dos caminos, un tercero apenas insinuado se pierde de vista en el invisible horizonte. La duermevela aguarda, un mundo esperando ser creado por la inconsciencia y la intención, con la locura para satisfacer los deseos que ni yo mismo conozco. ¿Pueden los demás destinos de mi viaje atraerme tanto como éste?

Una Terra Incógnita concebida por aquel para quien es desconocida, el eterno descanso, la eterna aventura. ¿No acechara en ella menos dolor que en la realidad del que está despierto?¿No seré más inquieto que aquél que solo halla la serenidad mientras duerme?

Ojalá visite ese mundo inefable, y nunca se me vuelva a ver.
 Ojalá encuentre allí lo que ni en mi hogar ni en mis sueños alcanzo siquiera a perseguir.
Ojalá algún día me eleve, dejando atrás el miedo, las ataduras, la dolorosa euforia, y todo aquello que me carcome, abandonandome incluso a mí mismo, para no mirar atrás.

 Ojalá algún día la Duermevela sea algo más que el velo que separa la vigilia del sueño.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Prision

"Mi imaginación me ha tragado, y ahora no encuentro la salida"

domingo, 1 de noviembre de 2009

La Biblioteca

...pero sin duda una de las grandes maravillas de la ciudad era su biblioteca. Para empezar, el edificio en sí es una gloriosa muestra de que la arquitectura es un arte tanto como puede serlo la propia literatura. Agrupadas en anillos, las habitaciones exteriores están repletas de mesas talladas, con amplios ventanales para que entre la luz del sol, y resplandecientes esculturas de cristal que iluminan cuando la luna no basta. Zigzagueantes escaleras recorren los archivos, mientras que la Escalinata Principal conecta el anillo exterior con la Gran Sala, como un puente esculpido en madera, mármol, cristal y oro. Y, por supuesto, la Gran Sala: Lo primero que se nota al entrar en ella es el sonido del agua, proveniente de los cien arroyos que la recorren. Y en las paredes, suaves tallas narran una historia, separada en capítulos por las grandes columnas. Columnas que se alzan desde todas partes, hasta lo más alto, para sostener una inmensa claraboya que cubre la biblioteca y mira hacia el cielo, como si la ciudad tuviera un ojo curioso que mirara a su alrededor. Pero lo más interesante de la gran sala no es su forma, sino lo que hay en ella.

 
Porque en cualquier biblioteca normal, en cuanto reciben un libro añaden su ficha al archivo, le ponen una etiqueta, y lo dejan en un estante, junto a cientos de otros libros, esperando a ser leídos. Pero no en ésta. Aquí, cada libro conseguido se entierra en tierra fértil. Se trata con mimo, regado por el agua de los arroyos, y acariciado por la luz del sol. Y así, azuzado por una magia desconocida que corre por las venas del edificio como la sangre fluye por nuestro cuerpo, un brote empieza a crecer. Y sigue creciendo, cada año un poco más, y así llega un momento en el que da frutos. Y es que cuando un lector quiere tomar un libro, se le regala ese fruto, para que lo plante. Porque cuando una de las semillas nace, de ella brota, como si fuera cualquiera otra planta, el libró que le dio la vida.